Los primeros tres meses de nuestro bebé en la panza

Los primeros tres meses de nuestro bebé en la panza

Los primeros momentos desde que conocemos la feliz noticia de que un pequeño está creciendo dentro de nuestro vientre, comienzan a surgir dentro de nosotras una mezcla bien variada de sensaciones y emociones. Es muy probable que no sepamos exactamente cómo manejar todo lo que pasa dentro nuestro, ya que la inseguridad emocional y el estrés suelen ser las principales características de esta etapa; a pesar de no ser completamente conscientes acerca de la vida que próximamente traeremos al mundo, sabemos que deseamos las mejores cosas para él, por lo cual es muy lógico que busquemos constantemente las mejores opciones para garantizar su bienestar. Más allá de haber sido deseado o no, la llegada de un hijo siempre representa un momento cargado de alegría.

A medida que van pasando los días, comenzamos a ser conscientes acerca de todos los cambios que va experimentando nuestro cuerpo, y de esa forma comienza a aparecer el malestar físico, acompañado de un desajuste emocional que tiene que ver con la asunción del nuevo rol que estamos desempeñando, el de futura mamá. Además, allí son muy característicos los vómitos, nauseas y mareos, síntomas que pueden llegar a causar estrés.

Una particularidad de esta etapa también es el denominado hipersomnio, síntoma que tiene que ver con la necesidad que experimentamos de dormir más de lo habitual. Las horas de sueño que antes nos resultaban más que suficientes, ahora parecen no bastarnos, y es necesario para nuestro cuerpo el descansar más de la cuenta. Este comportamiento tiene que ver con una “regresión”, una forma de identificarnos con el feto, y que está motivada por la extraordinaria cantidad de modificaciones hormonales y la sensación de incertidumbre que experimentamos. Esto tiene que ver con el hecho de que al ser difícil para el inconsciente definir cuál es la causa de estos cambios, busca mediante el reposo manejar de la mejor manera los nuevos estímulos.

Además, es muy posible que con la llegada del embarazo disminuya el apetito sexual, ya sea por todos los malestares físicos que vivimos así como también por diversas cuestiones o prejuicios personales, como por ejemplo temor a hacerle daño al bebé.

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