Es uno de los tesoros más preciados de los más pequeños: además de ser la forma de alimentación predominante luego de dejar la teta de la mamá, es también un objeto que los fascina y es utilizado como elemento de juego. La mamadera puede ser para los pequeños sumamente reconfortante y además los hace sentir seguros y protegidos. De hecho, para algunos es la mejor compañía a la hora de viajar al mundo de los sueños, abrazándola para dormir.
Por todas esas particularidades, es sumamente lógico que la mamadera se constituya como uno de los principales objetos para los niños, y su importancia hace que sea más que difícil la tarea de los padres en el momento de intentar que su hijo deje de lado su compañía para adentrarse en el mundo de la taza. Por eso mismo es que es necesario que busquen la mejor manera para transitar ese paso, siguiendo diferentes pautas útiles que permitirá una transición más llevadera.
Primero es necesario entender que lo mejor para el niño es desprenderse de la mamadera a los trece meses aproximadamente, por lo que para hacer más paulatino el proceso, es adecuado comenzarlo antes de que cumpla un año de edad. Para lograrlo, es muy provechoso ir de a poco, combinando taza y mamadera desde los siete meses, con el objetivo de que el niño investigue la taza y de esa forma pueda sentirse más familiarizado con ella a la hora de abandonar la mamadera.
Además, es preciso saber que este traspaso constituye todo un importante cambio para el niño, y le será difícil en un primer momento conocer exactamente como utilizar la taza, por lo que es probable que las primeras veces derrame algunas gotas, o escupa al tomar. Son cosas a las que se debe estar acostumbrado durante los primeros momentos. Además, será importante el hecho de introducir este nuevo elemento a la vida del niño como si fuera un juego, para que el descubrimiento de una nueva forma de tomar la leche sea divertido.
